Luz

(A mi mamá)

Me toco el corazón con la mano izquierda
y repito más allá de mi nombre,
en silencio seré valiente,
y aunque una lágrima desista
un ángel acaso me contesta en las piedras,
en las paredes,
en un fuego que danza
con la cara de mi madre que más bien debería
olvidarme ya de los milagros.

Que sí hay una virgen que penetra una cueva,
que inunda un charco, aunque quizá solo sea un árbol o un rayo de sol,
ella se corta a sí misma en dos,
a plena consciencia y con su propia decisión
en una aguja o un cuchillo que salpica una manzana.

Me calma en el aire acaso ese dolor;
una flor muerta que ondea la luz sobre el concreto
como si yo también lo fuera;
me alumbra un reflejo de arcoiris en voz alta, y una y otra vez me reza,
ella a mí, y así yo a ella.
Que no hay coincidencias ni mitos ni leyendas
solo el agua y fuego y viento,

pero venimos de la tierra, en acaso los duraznos
o en un rayo de sol,
de una olla oscura que sin quebranto nos expulsó,
nos ha expulsado,
y que aunque me quiebra,
aunque me esté quebrando,
sólo aunque sea debo guardar ese recuerdo,
algún secreto
que me arda y me arde todo el tiempo,
para no olvidarme
anclarme al silencio.

Para no olvidarme
de que no necesito alas en este instante
porque las guardo en cada soplo del reloj.
Así que bajo la mirada y de nuevo soy paso a paso,
un número, acaso un dos.
Solo soy pavimento. Un, dos,
un. Dos.

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