Notas de vuelta

hors ma peau

el poema en sí mismo es una enredadera
un laberinto que nunca termina por donde empieza
un vaso que cae al piso y se rompe en una mina de esquirlas
como una aguja perdida que se encuentra entre los dedos de tu pie izquierdo
mi mente es un pajar o un pájaro que vuela y canta
pero no grita
anido el nido que me ha criado o he creado
(y no es de raíces sino de espinas) como el tallo de una rosa
un cuerpo en fuga el encaje de un mantel
de un vestido
que entra no por su salida en cada punta
un cuchillo me mira desde la mesa
como si hubiéramos tenido una conversación
que solo él recuerda
y me recuerda que mirar un punto fijo es tirar una flecha
como si para reclamar mi espacio fuera necesario el filo
se expande una línea recta como recordatorio de lo infinito
penetra una hoja blanca o se desgarra en una prenda
la luz de un faro se me calienta en prisma desde la frente
de una lanza una explosión
o una estrella

Luz

(A mi mamá)

Me toco el corazón con la mano izquierda
y repito más allá de mi nombre,
en silencio seré valiente,
y aunque una lágrima desista
un ángel acaso me contesta en las piedras,
en las paredes,
en un fuego que danza
con la cara de mi madre que más bien debería
olvidarme ya de los milagros.

Que sí hay una virgen que penetra una cueva,
que inunda un charco, aunque quizá solo sea un árbol o un rayo de sol,
ella se corta a sí misma en dos,
a plena consciencia y con su propia decisión
en una aguja o un cuchillo que salpica una manzana.

Me calma en el aire acaso ese dolor;
una flor muerta que ondea la luz sobre el concreto
como si yo también lo fuera;
me alumbra un reflejo de arcoiris en voz alta, y una y otra vez me reza,
ella a mí, y así yo a ella.
Que no hay coincidencias ni mitos ni leyendas
solo el agua y fuego y viento,

pero venimos de la tierra, en acaso los duraznos
o en un rayo de sol,
de una olla oscura que sin quebranto nos expulsó,
nos ha expulsado,
y que aunque me quiebra,
aunque me esté quebrando,
sólo aunque sea debo guardar ese recuerdo,
algún secreto
que me arda y me arde todo el tiempo,
para no olvidarme
anclarme al silencio.

Para no olvidarme
de que no necesito alas en este instante
porque las guardo en cada soplo del reloj.
Así que bajo la mirada y de nuevo soy paso a paso,
un número, acaso un dos.
Solo soy pavimento. Un, dos,
un. Dos.

So long live the car crash hearts

Me desconozco y muero a jugar frente al espejo.
El mismo baño en el que un día se miró mi madre, mi abuela;
un escondite, un portal, desde el que me hallo y pierdo
(no siempre o todo el tiempo).

Hoy hace quince años ya tengo treinta
¿acaso alguien me reconoce a mí?
Allá quién soy allá quién era
qué tanto dista qué tanto acerca

escojo una canción de fall out boy* que una vez más me hace llorar
me desnuda una sudadera tibia que usaba todos los días:
me duele el pecho aún de adentro a afuera,
y si no mi cuerpo y cara, la misma fría luz blanca
¿qué reconecta

el tal vez me siento sola, el sí también me siento ajena?
Un brasier o un corpiño, predicen mis hormonas un cambio repentino.
En estos días nada me queda, no lleno nada
y todavía nada me llena.


*reemplácese, si gusta.

hoyos negros

Como cuando perdí la boina roja esa mañana.
Los pedazos míos que recojo, y los que yo misma tiro.
Pareciera que siempre es un a cambio.

Dijiste que era Lisa Simpson y esa fue la última vez que nos vimos.
Todo lo que he dejado atrás, tirado al piso,
y a cambio de qué, ¿a cambio de qué?

Una cotidianidad que sólo registro a instantes:
¿me prestas tus calcetines para dormir? Y me los quedé,
¿qué película vemos? Me despiertas en medio de la noche
porque quieres volver a coger; los buenos días en un mensaje cada mañana y buenas noches, que descanses, bebé.

Te dejo un porro en el cenicero al otro día, y la puerta de tu casa,
adiós a tu perro, y luego la de un coche, el mío casi siempre.
Pero si acaso tenías novia, tu padre se había muerto o te drogabas demasiado
¿entonces quién paga las cuentas? Y cómo nos dividimos

si fueron cuatrocientos pesos, el desayuno, una piyama o un sartén;
extraño también mis libros, y un número más, un número menos
en la lista que llevo de gente con la que me he acostado,
cada nudo que ato en una cuerda roja, cada nudo que me ata también a mí.

Me subo a un auto con unos cuantos golpes y rayones,
pero he pagado siempre a tiempo cada una de mis multas.
Y así mi cuerpo, y así mi cuerpo.

A cambio la distancia, a cambio mis rutinas
y sé que uno de entre tantos más problemas es
que soy impulsiva,
y mis planetas, y los planetas

A cambio los choques, un moretón,
mi boina favorita, tú pagas el hotel y también la comida,
a cambio una multa, otro nudo
y uno más.

No debo cancelar las terapias, como recordatorio escrito.

De por sí yo nunca mando tantos mensajes
pero a veces anhelo, a veces extraño
y a veces la mayoría de las veces
es cierto que duele.

Me cansa en el cuerpo y me consume, me agota,
acaso en la espalda, acaso en el pecho,
reunir y limpiar las piezas de cada taza que rompo,
cada secreto que guardo y cada puerta que abro y cierro.

Canta distante un saxofón,
toca dulce una canción que no distingo pero me hace sentir en otro tiempo.
Un perro aúlla allá más lejos

si pongo atención, los veo
afuera, y puedo sentir la calle gris en su aire,
su luz, su tierra

llorando un bostezo ambos
la ciudad murmura en todavías su blanco estruendo de muerte y guerra

de pronto, otro instrumento
¿acaso cuerdas? que desconozco
porque no sé tanto de música como quisiera

ni de otras cosas como los perros
las rutas de esta ciudad
mucho menos sé cómo curar la tristeza

Se alejan lento e irisa un humo cuyo fulgor persiste
cuyo fragor perfuma casi imperceptible
el silencio

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